La escritora española es una de las estrellas de la programación de la Feria del Libro de Bogotá (Filbo), que va hasta el 2 de mayo.
Cuando recibió la invitación para participar en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en especial en sus actos inaugurales, la escritora y filóloga española Irene Vallejo encontró la oportunidad perfecta para cumplir un sueño que se venía creando desde hace dos años: visitar Chocó.
Adelantó su viaje a Colombia e hizo realidad ese sueño, conociendo de primera mano interesantes procesos de promoción de lectura en varias de sus regiones apartadas y de difícil acceso, siendo una experiencia reveladora para esta escritora que en 2019 sorprendió al mundo con su libro de ensayos sobre la historia viva de los libros, El infinito en un junco.
Ha vuelto a Colombia con Alguien habló de nosotros, un libro compuesto por una particular serie de columnas de opinión en las que Vallejo reflexiona sobre las distintas formas en que el presente está ligado a nuestra historia.
Irene Vallejo habló con Colprensa de su experiencia en el Chocó, así como de la importancia del libro como elemento de resistencia y su participación en la #Filbo2024.
¿Cómo se dio su visita al Chocó?
“Se empezó a gestar hace dos años en Cartagena. La escritora y periodista Velia Vidal, quien ha creado el proyecto Motete de promoción de la lectura en Chocó, me contó de esta iniciativa y cómo estaba destinada a niños que no han tenido la oportunidad de acceder a libros y la lectura, realizando actividades, clubes de lectura, formación de maestros, en un recorrido que dura tres años para graduarse como lectores, en un camino donde también han practicado la escritura, donde escriben sobre su realidad.
Me pareció un proyecto tan bello, que quería tener la oportunidad de conocerlo y aprender de esta experiencia para entender cómo impacta en esos niños la posibilidad de leer y acceder a bibliotecas y la cultura, dejando de lado esa sensación muchas veces de estar expulsados de la educación y no concebir los libros como objetos hospitalarios para ellos”.
¿Cómo ha visto este tipo de iniciativas de promoción de lectura en un país como Colombia?
“En Colombia hay proyectos vanguardistas en la promoción de lectura, en la mediación, en proyectos de bibliotecas, por lo que para mí son un referente mundial, junto a la confianza que encuentro aquí en la palabra y su poder transformador de una sociedad.
No nos conformamos con que los libros estén al alcance de quienes lo puedan conseguir, también es necesario llevarlos a donde hay carestía y menos oportunidades para convertirlos en oportunidades de cambio social.
Es algo hermoso que encuentro aquí y de lo que podemos aprender en Europa. A través de la creatividad, de liberar esas voces, contarse sus propias historias y aprender a reflexionar como forma de paliar la violencia, como sucede en el Chocó, que encuentran a través de la lectura, la escritura, la danza o la música, se les abre un horizonte distinto y pueden habitar una realidad que no es solo violencia o despiadada al construir una imagen distinta de sí mismos.
En el fondo encontré que las personas que trabajan en este proyecto en el Chocó, están haciendo realidad lo que yo pretendía contar en el libro El infinito en un junco”.
¿Qué esperaba encontrar en El Chocó?
“Proyectos como estos transforman mi mirada sobre el mundo. Es un laboratorio donde puedes comprobar de manera palpable cómo logran el cambio en esos niños al entrar en contacto con la literatura, la poesía, las coplas y los bailes.
Me contaban que una vez lograban captar su atención y lograr que escucharan una historia completa, notaban en los grupos como bajaban las riñas, los conflictos y los golpes. Y les creo, porque estoy convencida que entre los muchos motivos que generan la violencia es esa frustración e impotencia de lo que no somos capaces de verbalizar, que solemos enterrar en nuestro interior, con las injusticias, el dolor, la tristeza, las decepciones, no verbalizado acaba convirtiéndose en violencia.
La palabra es un motivo para la esperanza, pero también hay que cuidarla, transmitirla y darle a conocer su importante”.
La creatividad en los márgenes, en la periferia…
“He sido una persona muy interesada en lo que sucede en los márgenes, porque en España siempre he vivido en ciudades que no son las grandes capitales y durante mucho tiempo experimenté lo que es ser una escritora fuera de los ambientes literarios centrales.
Precisamente en mi literatura me interesa dar espacio importante a esos márgenes, entrar en contacto con lo que está sucediendo en esos lugares, donde muchos piensan que no está sucediendo nada, pero quizás es porque no les prestamos la atención que merecen.
Es una forma de dignificar todas las experiencias que viven los niños al darles a entender que también se puede crear literatura desde allá, y es una de las grandes razones por las cuales quería llegar allí, para transmitirles ese mensaje, que supieran que me interesa mucho lo que escriben, lo que piensan, que no es un lugar abandonado y silenciado”.
¿Mucho qué aprender de allí?
“En los márgenes y periferias está mucho más viva la literatura oral, las tradiciones, el folclor, las canciones, los rituales y ceremonias relacionadas con la palabra. En las grandes ciudades se ha intentado entregar nuestra suerte y esperanza a las tecnologías, barriendo con esas tradiciones construidas en torno a la palabra, para creer que las pantallas y las redes sociales se convertirán en nuestra nueva brújula, lo que abre nuevas posibilidades, pero también grandes riesgos y mucho deterioro, en lo que para mí es la herramienta clave a la hora de forjar comunidades, que es la palabra.
Quizás deberíamos recuperar ese tipo de tradiciones donde la solución de conflictos se da a través de las palabras, que pensamos que estaban caducadas, pero realmente tienen mucho sentido”.
¿Ha conocido literatura de esta parte del país?
“También, para mí, fue el descubrimiento como lectora de la obra de Arnoldo Palacios que me pareció un escritor fascinante en toda su peripecia vital y en cómo fue capaz de superar la enfermedad y aún así convertirse en un escritor cuando parecía que todo estaba en contra.
Es importante acercarse a este tipo de escritores en primera persona para entender más de ese racismo que atraviesa a nuestras sociedades, que no queremos verlo pero ahí está. Por eso, a veces, hay que viajar al corazón de otros territorios para entenderlo y ser mucho más conscientes, porque el racismo lamentablemente pertenece a muchas de las estructuras en las que nos hemos formado, pero también es algo que podemos cambiar y transformar, y la literatura ahí es una herramienta muy poderosa”.
¿Qué fue lo que más le sorprendió?
“Me encantaba que cuando le preguntaba qué era lo que más les había gustado de todo el proyecto, la mayoría decía que les gustaba el trato que recibían, al sentir que los libros se abrían para ellos y no quedaban excluidos, que los libros les hablaban, como siempre lo han hecho los libros a la Humanidad, porque en esencia el mensaje de los libros es que todos somos iguales. Esa es la razón por la cual podemos leer a Arnoldo Palacios y luego pasar a un filósofo de la Grecia Antigua, y sentir con los dos que hablan de nosotros mismos y nuestro mundo”.
¿Existe una democratización en el acceso a los libros?
“En realidad es muy reciente el momento en que los libros estaban en manos de las élites. Hasta mediados del siglo pasado no hubo un amplio empeño de alfabetización. Durante muchos siglos los libros han pertenecido a las aristocracias, los reyes, las grandes bibliotecas. Es por eso, que las bibliotecas públicas transforman la realidad, y lo vimos en Quibdó al visitar varias bibliotecas, así como las librerías. Pero todo es muy reciente, esta democratización.
Debemos empeñarnos en que todo aquel que quiera aprender y saber para construir otro futuro, no lo pueda hacer por no tener acceso a la lectura de un libro, ni por impedimentos económicos y sociales. Hay que garantizarles el acceso al mundo de los libros y la literatura que es el mundo del saber y la creación”.
También llega a la Filbo con un nuevo libro, Alguien habló de nosotros…
“Conseguí que en un diario de la región donde vivo me permitieran crear un espacio muy peculiar de analizar la actualidad a la luz de mitos, leyendas, etimologías, de biografías, filósofos, de grandes personajes que nos permiten mirar con una cierta distancia, y darnos cuenta de que muchas de las problemáticas que vivimos ya sucedieron en el pasado, logrando unos análisis más sopesados que intentan jugar con la paradoja, con el humor, con el conocimiento histórico y la profundización en los grandes conceptos sobre los que se basa el discurso y eso es algo que es el método socrático, que era poner a debatir a la gente en plaza pública, sobre palabras y sus conceptos que supuestamente tenemos claros, pero que en realidad no es así.
Es un libro de mesita de noche, ese es el género. Ahora que tenemos tan poco tiempo para leer, puede ser una reflexión antes de dormir o leer en el autobús para tener ese contacto con la filosofía y pensamiento de la manera más clara y diáfana, con las dudas del presente”.
Un mundo que ha acelerado su velocidad, ¿es necesario hacer una pausa?
“Me encanta la expresión ‘pararse a pensar’, porque realmente es sentir que haces un alto, mente y cuerpo, para poder formarse una opinión, pero no lo hacemos en medio de los trinos, las imágenes, estamos constantemente sobre estimulados de tal forma que no elaboramos pensamiento, solo saltamos de una cosa a otra.
Lo que parecía toda esta información que nos podía dar una flexibilidad valiosa, creo que hay que contraponerlo todo con el cultivo de la atención, que ahora es una mercancía, lo que demuestra lo valiosa que es.
De ahí, el llamado es a dedicar esa atención a la lectura, a la filosofía que no es sobre temas abstractos, es sobre lo que somos y hacemos diariamente”.
¿Por qué es tan importante el libro físico?
“El libro físico contrarresta el mundo digital. Muchos de los peligros que tienen las pantallas lo contrarrestan los libros, por lo que el menú debe ser variado y equilibrado. La tecnología, los teléfonos son necesarios, pero no arrojemos los libros al basurero del tiempo como si fueran objetos anacrónicos y obsoletos, porque no lo son.
El problema de las redes sociales es que crean burbujas a nuestro alrededor donde nos suministran informaciones que nos dan la razón, que confirman nuestras creencias e ideologías, con material que nos adula, mientras que los libros nos retan a pensar de otra manera, aceptar las ideas de otros momentos y de otros lugares, que nos sacudan intelectualmente me parece tan valioso y estimulante, y nos saca de esas burbujas, porque el libro no está pensando en nosotros”.
¿Muy diferente leer en papel que en pantalla?
“Se lee en el papel de otra manera, con otro ritmo, con otro tempo, sin notificaciones o saltando de un tema a otro, sino que realmente nos concentramos y nos serena, porque muchos médicos aseguran que leer en pantalla antes de ir a la cama provoca insomnio, mientras que leer en papel antes de dormir, desciende nuestro estrés. Leer nos puede transformar la vida”.
¿Cómo será su participación en la Filbo?
“Trataremos de hilar el tema de la literatura y la naturaleza, que es el tema central de la Feria, celebrando el centenario de ‘La Vorágine’ y el décimo aniversario de la muerte de Gabriel García Márquez, con una serie de hitos que he intentado hilar, estudiando cómo leemos la naturaleza, como solemos hacerlo con las estrellas”.
Inauguración de la Filbo
Irene Vallejo estuvo entre los invitados más esperados de la ceremonia inaugural.
En su discurso, Vallejo intervino para exaltar la lectura y la escritura como herramientas de transformación y evolución intelectual, “La lectura transformó nuestra capacidad para pensar que a su vez transformó para siempre la evolución intelectual de nuestra especie”.
Así mismo, resaltó la importancia de literatura a través de una reflexión narrativa y poética con la que regaló a los asistentes una de las frases más importantes de la jornada, “No hemos nacido lectores, hemos llegado a serlo”.
Cuando recibió la invitación para participar en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en especial en sus actos inaugurales, la escritora y filóloga española Irene Vallejo encontró la oportunidad perfecta para cumplir un sueño que se venía creando desde hace dos años: visitar Chocó.
Adelantó su viaje a Colombia e hizo realidad ese sueño, conociendo de primera mano interesantes procesos de promoción de lectura en varias de sus regiones apartadas y de difícil acceso, siendo una experiencia reveladora para esta escritora que en 2019 sorprendió al mundo con su libro de ensayos sobre la historia viva de los libros, El infinito en un junco.
Ha vuelto a Colombia con Alguien habló de nosotros, un libro compuesto por una particular serie de columnas de opinión en las que Vallejo reflexiona sobre las distintas formas en que el presente está ligado a nuestra historia.
Irene Vallejo habló con Colprensa de su experiencia en el Chocó, así como de la importancia del libro como elemento de resistencia y su participación en la #Filbo2024.
¿Cómo se dio su visita al Chocó?
“Se empezó a gestar hace dos años en Cartagena. La escritora y periodista Velia Vidal, quien ha creado el proyecto Motete de promoción de la lectura en Chocó, me contó de esta iniciativa y cómo estaba destinada a niños que no han tenido la oportunidad de acceder a libros y la lectura, realizando actividades, clubes de lectura, formación de maestros, en un recorrido que dura tres años para graduarse como lectores, en un camino donde también han practicado la escritura, donde escriben sobre su realidad.
Me pareció un proyecto tan bello, que quería tener la oportunidad de conocerlo y aprender de esta experiencia para entender cómo impacta en esos niños la posibilidad de leer y acceder a bibliotecas y la cultura, dejando de lado esa sensación muchas veces de estar expulsados de la educación y no concebir los libros como objetos hospitalarios para ellos”.
¿Cómo ha visto este tipo de iniciativas de promoción de lectura en un país como Colombia?
“En Colombia hay proyectos vanguardistas en la promoción de lectura, en la mediación, en proyectos de bibliotecas, por lo que para mí son un referente mundial, junto a la confianza que encuentro aquí en la palabra y su poder transformador de una sociedad.
No nos conformamos con que los libros estén al alcance de quienes lo puedan conseguir, también es necesario llevarlos a donde hay carestía y menos oportunidades para convertirlos en oportunidades de cambio social.
Es algo hermoso que encuentro aquí y de lo que podemos aprender en Europa. A través de la creatividad, de liberar esas voces, contarse sus propias historias y aprender a reflexionar como forma de paliar la violencia, como sucede en el Chocó, que encuentran a través de la lectura, la escritura, la danza o la música, se les abre un horizonte distinto y pueden habitar una realidad que no es solo violencia o despiadada al construir una imagen distinta de sí mismos.
En el fondo encontré que las personas que trabajan en este proyecto en el Chocó, están haciendo realidad lo que yo pretendía contar en el libro El infinito en un junco”.
¿Qué esperaba encontrar en El Chocó?
“Proyectos como estos transforman mi mirada sobre el mundo. Es un laboratorio donde puedes comprobar de manera palpable cómo logran el cambio en esos niños al entrar en contacto con la literatura, la poesía, las coplas y los bailes.
Me contaban que una vez lograban captar su atención y lograr que escucharan una historia completa, notaban en los grupos como bajaban las riñas, los conflictos y los golpes. Y les creo, porque estoy convencida que entre los muchos motivos que generan la violencia es esa frustración e impotencia de lo que no somos capaces de verbalizar, que solemos enterrar en nuestro interior, con las injusticias, el dolor, la tristeza, las decepciones, no verbalizado acaba convirtiéndose en violencia.
La palabra es un motivo para la esperanza, pero también hay que cuidarla, transmitirla y darle a conocer su importante”.
La creatividad en los márgenes, en la periferia…
“He sido una persona muy interesada en lo que sucede en los márgenes, porque en España siempre he vivido en ciudades que no son las grandes capitales y durante mucho tiempo experimenté lo que es ser una escritora fuera de los ambientes literarios centrales.
Precisamente en mi literatura me interesa dar espacio importante a esos márgenes, entrar en contacto con lo que está sucediendo en esos lugares, donde muchos piensan que no está sucediendo nada, pero quizás es porque no les prestamos la atención que merecen.
Es una forma de dignificar todas las experiencias que viven los niños al darles a entender que también se puede crear literatura desde allá, y es una de las grandes razones por las cuales quería llegar allí, para transmitirles ese mensaje, que supieran que me interesa mucho lo que escriben, lo que piensan, que no es un lugar abandonado y silenciado”.
¿Mucho qué aprender de allí?
“En los márgenes y periferias está mucho más viva la literatura oral, las tradiciones, el folclor, las canciones, los rituales y ceremonias relacionadas con la palabra. En las grandes ciudades se ha intentado entregar nuestra suerte y esperanza a las tecnologías, barriendo con esas tradiciones construidas en torno a la palabra, para creer que las pantallas y las redes sociales se convertirán en nuestra nueva brújula, lo que abre nuevas posibilidades, pero también grandes riesgos y mucho deterioro, en lo que para mí es la herramienta clave a la hora de forjar comunidades, que es la palabra.
Quizás deberíamos recuperar ese tipo de tradiciones donde la solución de conflictos se da a través de las palabras, que pensamos que estaban caducadas, pero realmente tienen mucho sentido”.
¿Ha conocido literatura de esta parte del país?
“También, para mí, fue el descubrimiento como lectora de la obra de Arnoldo Palacios que me pareció un escritor fascinante en toda su peripecia vital y en cómo fue capaz de superar la enfermedad y aún así convertirse en un escritor cuando parecía que todo estaba en contra.
Es importante acercarse a este tipo de escritores en primera persona para entender más de ese racismo que atraviesa a nuestras sociedades, que no queremos verlo pero ahí está. Por eso, a veces, hay que viajar al corazón de otros territorios para entenderlo y ser mucho más conscientes, porque el racismo lamentablemente pertenece a muchas de las estructuras en las que nos hemos formado, pero también es algo que podemos cambiar y transformar, y la literatura ahí es una herramienta muy poderosa”.
¿Qué fue lo que más le sorprendió?
“Me encantaba que cuando le preguntaba qué era lo que más les había gustado de todo el proyecto, la mayoría decía que les gustaba el trato que recibían, al sentir que los libros se abrían para ellos y no quedaban excluidos, que los libros les hablaban, como siempre lo han hecho los libros a la Humanidad, porque en esencia el mensaje de los libros es que todos somos iguales. Esa es la razón por la cual podemos leer a Arnoldo Palacios y luego pasar a un filósofo de la Grecia Antigua, y sentir con los dos que hablan de nosotros mismos y nuestro mundo”.
¿Existe una democratización en el acceso a los libros?
“En realidad es muy reciente el momento en que los libros estaban en manos de las élites. Hasta mediados del siglo pasado no hubo un amplio empeño de alfabetización. Durante muchos siglos los libros han pertenecido a las aristocracias, los reyes, las grandes bibliotecas. Es por eso, que las bibliotecas públicas transforman la realidad, y lo vimos en Quibdó al visitar varias bibliotecas, así como las librerías. Pero todo es muy reciente, esta democratización.
Debemos empeñarnos en que todo aquel que quiera aprender y saber para construir otro futuro, no lo pueda hacer por no tener acceso a la lectura de un libro, ni por impedimentos económicos y sociales. Hay que garantizarles el acceso al mundo de los libros y la literatura que es el mundo del saber y la creación”.
También llega a la Filbo con un nuevo libro, Alguien habló de nosotros…
“Conseguí que en un diario de la región donde vivo me permitieran crear un espacio muy peculiar de analizar la actualidad a la luz de mitos, leyendas, etimologías, de biografías, filósofos, de grandes personajes que nos permiten mirar con una cierta distancia, y darnos cuenta de que muchas de las problemáticas que vivimos ya sucedieron en el pasado, logrando unos análisis más sopesados que intentan jugar con la paradoja, con el humor, con el conocimiento histórico y la profundización en los grandes conceptos sobre los que se basa el discurso y eso es algo que es el método socrático, que era poner a debatir a la gente en plaza pública, sobre palabras y sus conceptos que supuestamente tenemos claros, pero que en realidad no es así.
Es un libro de mesita de noche, ese es el género. Ahora que tenemos tan poco tiempo para leer, puede ser una reflexión antes de dormir o leer en el autobús para tener ese contacto con la filosofía y pensamiento de la manera más clara y diáfana, con las dudas del presente”.
Un mundo que ha acelerado su velocidad, ¿es necesario hacer una pausa?
“Me encanta la expresión ‘pararse a pensar’, porque realmente es sentir que haces un alto, mente y cuerpo, para poder formarse una opinión, pero no lo hacemos en medio de los trinos, las imágenes, estamos constantemente sobre estimulados de tal forma que no elaboramos pensamiento, solo saltamos de una cosa a otra.
Lo que parecía toda esta información que nos podía dar una flexibilidad valiosa, creo que hay que contraponerlo todo con el cultivo de la atención, que ahora es una mercancía, lo que demuestra lo valiosa que es.
De ahí, el llamado es a dedicar esa atención a la lectura, a la filosofía que no es sobre temas abstractos, es sobre lo que somos y hacemos diariamente”.
¿Por qué es tan importante el libro físico?
“El libro físico contrarresta el mundo digital. Muchos de los peligros que tienen las pantallas lo contrarrestan los libros, por lo que el menú debe ser variado y equilibrado. La tecnología, los teléfonos son necesarios, pero no arrojemos los libros al basurero del tiempo como si fueran objetos anacrónicos y obsoletos, porque no lo son.
El problema de las redes sociales es que crean burbujas a nuestro alrededor donde nos suministran informaciones que nos dan la razón, que confirman nuestras creencias e ideologías, con material que nos adula, mientras que los libros nos retan a pensar de otra manera, aceptar las ideas de otros momentos y de otros lugares, que nos sacudan intelectualmente me parece tan valioso y estimulante, y nos saca de esas burbujas, porque el libro no está pensando en nosotros”.
¿Muy diferente leer en papel que en pantalla?
“Se lee en el papel de otra manera, con otro ritmo, con otro tempo, sin notificaciones o saltando de un tema a otro, sino que realmente nos concentramos y nos serena, porque muchos médicos aseguran que leer en pantalla antes de ir a la cama provoca insomnio, mientras que leer en papel antes de dormir, desciende nuestro estrés. Leer nos puede transformar la vida”.
¿Cómo será su participación en la Filbo?
“Trataremos de hilar el tema de la literatura y la naturaleza, que es el tema central de la Feria, celebrando el centenario de ‘La Vorágine’ y el décimo aniversario de la muerte de Gabriel García Márquez, con una serie de hitos que he intentado hilar, estudiando cómo leemos la naturaleza, como solemos hacerlo con las estrellas”.
Por Sergio Villamizar. El Colombiano.