Con ocasión de la conmemoración del Día del Idioma (este 23 de abril), y como un homenaje a los lugares donde se conjuran las letras, trazamos un mapa del tejido urbano de las bibliotecas de la ciudad.
ÁNGEL CASTAÑO
Carpinelo
En la parte de atrás de la sede de Bibliocielo ─una casa de un piso en cuyos muros están dibujados los rostros de Paulo Freire, Virginia Wolff y, creo, Janis Joplin─ hay un patio estrecho en el que los niños de Carpinelo y sectores aledaños se reúnen para las clases de guitarra o para las actividades de promoción de lectura. Estamos en un barrio alto de las laderas de Medellín, más arriba de la Estación Santo Domingo y del Parque Biblioteca España.
El cuarto está vacío porque es miércoles y los voluntarios abren la biblioteca los lunes, viernes y sábados. A pesar de no ser un día de apertura, Sergio Ledesma avisó en el chat de WhatsApp de la biblioteca ─en el que están los voluntarios y los padres o los abuelos de los niños─ que Bibliocielo tendría las puertas abiertas. Por eso, a nuestra llegada, en uno de los cuartos de adelante, unos cuantos niños organizan los libros de la reciente donación. Esta casa es una de las 13 bibliotecas comunitarias y populares de Medellín que hacen parte de Rebipoa. ¿Qué hace Rebipoa?, se preguntará el lector. Hay una manera fácil de resumir el trabajo difícil de esta gente: Rebipoa es una red de activistas de los libros y la cultura.
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En uno de los rincones del patio de Bibliocielo hay unos escalones para mirar sobre el muro trasero. Dos pasos bastan para subirse a la pequeña tarima: apenas se está ahí el ojo recibe el impacto de Medellín, que se extiende en medio de nubes de contaminación. Esta ciudad es uno de los referentes de América Latina en temas relacionados con las bibliotecas, la lectura y la oralidad. La historia de la transformación urbana impulsada por la cultura ha seducido durante años a los extranjeros y ya hace parte de la retórica oficial. Se ha convertido en un anzuelo para los turistas, junto con el síndrome narco.
No son pocos los hitos en esa cronología, muchos de ellos presentes en las charlas de los gestores culturales y de los tomadores de decisiones. Uno de ellos fue la creación en 1952 de la Biblioteca Pública Piloto. Otro, quizá menos conocido, es la decisión de Comfama de fundar una biblioteca poco después. Fue la primera caja de compensación en el país en hacer algo semejante, cuenta Estefanía González, la responsable de las bibliotecas de Comfama. En Antioquia la caja tiene 14 bibliotecas, 6 bibliometros y 18 puntos de lectura. Allí trabajan más de cien personas.
En la lista de hechos también se puede incluir la creación de los Parques Bibliotecas y el funcionamiento del sistema bibliotecario de Medellín. Desde aquí no se ven los parques biblioteca, ni siquiera el España. Esa ciudad, que desde el muro trasero de Bibliocielo se ve distante, le ha apostado a dotarse de sitios de lectura y cultura. De alguna forma las bibliotecas son puentes entre los estratos sociales, separados por abismos de ingresos, estatus y símbolos.
Mientras desciendo del escalón pienso en si las bibliotecas sirven para algo más. La respuesta automática brinca: claro, sirven para acercar a la gente a la cultura. ¿Y la vivencia cotidiana de la gente no es acaso la cultura? ¿Hay algo redentor en escuchar una ópera o en saber que un haikú es un poema japonés de tres versos que captura un momento de la realidad y lo vuelve lenguaje? Se me viene a la mente la entrevista con Paula Andrea Mesa Gómez, gestora de públicos de la Fundación Ratón de Bibliotecas. Conversé con ella hace unas horas, en un pequeño salón en los bajos de una parroquia consagrada a Josemaría Escrivá, el polémico fundador del Opus Dei.
Aguas Frías
Allí, en la vereda Agua Frías, del corregimiento de Altavista, la fundación Ratón de Biblioteca abrió una sede hace unos pocos meses. Aunque no le formulé expresamente la pregunta sobre la utilidad de la biblioteca a Paula Andrea, ella la respondió con algunos ejemplos de su labor cotidiana. Por ejemplo, contó que los profesionales de Ratón encontraron que muchos niños no tenían ganas de ir a la escuela porque su sueño consistía en convertirse en futbolistas profesionales. Ante esto los promotores de lectura y el bibliotecario se encargaron de hacerles caer en la cuenta de que la escuela y el deporte no son caminos opuestos. Un trabajo de este tipo solo le parecerá simple a quien mire las cosas con prisa. También es cierto que ir al colegio no le garantiza nada a nadie, pero esa es otra cuestión.
A fin de cuentas, la programación de las bibliotecas de Ratón se hace tomando en cuenta aquello que los técnicos llaman “las necesidades del territorio”. Y eso lo perciben los niños, que al entrar en la biblioteca cambian los códigos silvestres de la calle. Paula Andrea cuenta que es muy normal que los niños, fuera de este espacio, se lancen entre sí palabras de alto calibre y corran por las mangas sin camisa, con los pechos al sol. Dentro de la biblioteca, por el contrario, asumen un código de comportamiento más social, por decirlo así.
Castilla
Antes de llegar a Bibliocielo paramos un rato en la Biblioteca de Comfenalco en Castilla. La coordinación del sitio está a cargo del escritor Andrés Delgado. En un salón del primer piso un grupo de la tercera edad recibe las instrucciones para modificar una foto en el celular. La finalidad del grupo ─según la instructora─ es la de cerrar la brecha tecnológica que se abre entre los migrantes digitales y los nativos en el mundo de la virtualidad. También el grupo les sirve a sus asistentes para matar una tarde a la semana por medio de una tertulia.
Ya en el segundo piso en el que están los libros, Delgado cuenta que allí les han abierto las puertas a las mascotas de los usuarios. También la gente que así lo quiera puede tomar café mientras lee una novela o el ejemplar del periódico del día. A Delgado sí le pregunté por la finalidad de las bibliotecas. Él dijo con tono de académico paisa: “democratizan el conocimiento”. A simple oído esto resulta grandilocuente, pero no deja de ser verdad. Y tal vez en armonía con ese objetivo, Comfenalco tiene 7 bibliotecas en Medellín, 4 de ellas en convenio de la alcaldía. Por su relevancia urbanística y cultural la joya de estas es el Parque Biblioteca Belén.
De nuevo Carpinelo
Esas ideas me asaltan mientras Esneyder Gutiérrez toma las fotos de Bibliocielo. Pienso que el riesgo de escribir sobre las bibliotecas es similar al que se corre cuando se escribe sobre los temas de la cultura en mayúsculas. Casi siempre quien se interna en estos menesteres repite los mantras de siempre. Tal vez sería oportuno pasar del pensamiento a la acción. En este caso, conocer las bibliotecas y compartir con la gente que está allí un rato de charla, sin el ánimo salvador de quien tiene algo para darles. Estar en una biblioteca, sin muchos discursos en la cabeza. A lo mejor esa sea la respuesta.
Este recorrido por una biblioteca comunitaria, por una de una organización civil y por otra de una caja de compensación fue un vistazo al interior de esos sitios en los que las palabras importantes suenan menos huecas que en otros escenarios. Y es así porque acá la gente se reúne a darles un sentido a los días, a buscarlo en las páginas de los libros y en el trato con los demás.